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Una casa Google

Su dueño usó principios de la empresa para transformar el inmueble en un centro de alta tecnología

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Las personas que visitan la casa construida hace 105 años de Wesley Chan en San Francisco nunca están a más de 12 pasos de un puerto USB, una conexión inalámbrica o una bebida. Chan, de 37 años, pasó 12 años en Google, tiempo durante el cual lanzó Google Analytics y Google Voice. Luego fue un socio general de Google Ventures. La influencia del gigante de búsquedas en Internet es evidente a través de la casa que comparte con su pareja, Pat Blute, un consultor de marketing de 25 años. Todos los interruptores de luz, persianas de ventanas y música son controlados por un teléfono inteligente. Una aplicación, reconfigurada por Chan, enciende luces de colores para sincronizarlas con la música que esté sonando en una de las salas del nivel principal de la casa. La tecnología de la vivienda es, en su mayor parte, invisible, sin instalaciones sobresalientes o paneles de control. Chan dice que esto hace eco de un principio que aprendió en Google sobre cubrir lo complejo con simplicidad (para muestra piense en el diseño minimalista de la página de inicio del motor de búsqueda). El principio “igualitario” de Google —la idea de que todos tienen acceso a la información— inspiró a Chan a programar el sistema de automatización de la casa, para que las visitas puedan acceder a sus smartphones a través de una aplicación. Sus invitados pueden reproducir sus propias selecciones de música de Spotify, o programar un video de YouTube para que aparezca en el televisor de la casa. “En Google te enseñan a ser maniático acerca de los detalles para que las personas tengan una experiencia sublime”, dice Chan, quien admite su fijación en los detalles más pequeños, particularmente del tipo que ayuda a los huéspedes a sentirse más cómodos. Terminada en enero, la casa de tres dormitorios tiene pisos de roble blanco y muebles modernos, algunos hechos a pedido por artistas que encontró en Etsy, la tienda en Internet que empezó a cotizar acciones en abril. El diseño abierto del nivel principal da paso a un patio de dos pisos con paredes de madera de lapachos, un jacuzzi y un fogón para fogatas rectangular. En la planta inferior hay un pequeño departamento que la pareja ha apodado “la suite del presidente ejecutivo”, donde usualmente hospedan a fundadores de nuevas empresas. Chan, quien dejó Goolge hace un año y medio, es ahora director gerente de Felicis Ventures, una firma de capital de riesgo. Chan y Blute hospedan con frecuencia a ejecutivos de tecnología que buscan inversionistas. La pareja dice que usualmente realizan cenas con titanes de la industria tecnológica y nuevos visionarios, también han realizado presentaciones de fundadores de nuevas empresas que buscan inversionistas. “Hemos firmado aquí contratos con startups de todo tipo, desde whiskey a timbres de puertas”, dijo Chan. Jamie Siminoff, con sede en Santa Mónica, fundó Ring, una startup que fabrica “timbre de puertas” con video que son accesibles mediante un teléfono inteligente, y que funcionan tanto como un intercomunicador como un sistema de seguridad. Siminoff dice que ha pasado muchas noches en la suite del presidente ejecutivo de su casa. “Usamos la casa [de Chan] como una especie de lugar de prueba”, dice mientras instala versiones primitivas del timbre, que graba audio y video, en la puerta principal. Chan dice que ofreció su guía para versiones posteriores del dispositivo. La instalación condujo a una inversión del fundador de Virgin Group, Richard Branson. Chan y Blute dicen que participaron de una conferencia de negocios en Necker Island, la isla privada de Branson. Allí, Chan utilizó Ring para comunicarse con un repartidor de paquetes en su puerta, que dice que mostró a Branson, quien sintió curiosidad por el producto y decidió invertir. Chan también se convirtió en inversionista recientemente. “La suite del presidente ejecutivo ha sido muy rentable para mí”, dice Siminoff. Durante su tiempo en Google, Chan (quien dijo que no podía compartir el número de su cliente) cofundó Google Analytics así como Google Voice, y luego fue socio de Google Ventures, que ha hecho inversiones iniciales en empresas como Nest y Uber. Conoció a Blute, quien tiene experiencia como escritor de turismo y anfitrión, cuando vivía en Seattle. Compraron su casa en San Francisco en 2013 por US$2,25 millones, según registros públicos. Estiman que gastaron entre US$500.000 y US$1 millón en renovaciones, las mismas que tardaron un año y medio. Desde su restauración, es seguro que el valor de la casa haya subido, ya que el mercado inmobiliario de la ciudad ha sido transformado por una corriente de ejecutivos de la industria tecnológica y emprendedores. La casa se encuentra en Eureka Valley, y los vecindarios aledaños de Mission, Noe Valley y Castro, que antes eran de clase trabajadora, ahora son centros de conexiones profesionales y sociales de la creciente población tecnológica de la zona y, por supuesto, los precios de las casas han subido radicalmente en el proceso. Chan dice que eligieron Eureka Valley no porque quisieran estar cerca de otros trabajadores de tecnología, sino por su auténtico ambiente san franciscano, diversidad y el hecho de que aún no se siente tecno-céntrico como las zonas de alrededor. La pareja dice que nunca pensó realizar este proyecto. Chan, quien aún trabajaba para Google Ventures en ese entonces, fue atraído a la zona en parte por su proximidad a un paradero del autobús interno de la compañía. Con horarios apretados, les gustaba el hecho de que la casa estaba en óptimas condiciones para mudarse a ella. Sin embargo, resultó que no era así y un intento por solucionar los problemas los empeoró aún más. Entonces decidieron llevar a cabo una renovación total que cambió la distribución del inmueble. Blute dice que entrevistó a decenas de arquitectos, y terminó contratando a Antje Paiz de la firma Raumfabrik, con sede en Berkeley. El proceso fue una colaboración en la que Chan tomó cada decisión, desde elegir los bombillos de luz hasta las manijas de los gabinetes de la cocina, con una mentalidad científica. “Probamos todo una y otra vez”, dice Chan, describiendo el proceso de reducir las múltiples opciones a su disposición a grupos de dos. Blute, el más artístico de los dos, se hizo cargo de los muebles, el diseño interior y las decisiones de compras de piezas de arte. Una pieza central de la casa es un gran piano Steinway de 1936 que ubicaron en la sala. La pareja lo compró luego de que un amigo se los recomendó en Facebook; el piano estaba en manos de alguien en Nueva York que tardó un año restaurándolo. El vendedor hizo que Chan y Blute le prometieran que lo tocarían seguido. Utilizando una aplicación de iPad, Chan aprendió a tocar en tres meses. En una noche reciente, tocó una pieza de Chopin mientras que un video de un incendio en YouTube se veía en el televisor en el cuarto contiguo. Este artículo fue publicado originalmente por The Wall Street Journal y traducido por Mansion Global.